INDIE DE VOMITAR

Germán“Cada vez que pongo la radio y suena Indie nacional / he de ir al baño corriendo, porque tengo que vomitar”. Esto lo cantaban Germán Carrascosa y La Alegría Del Barrio en su primer álbum. Y cuando lo cantaban en 2013 quizá no habíamos llegado al extremo de ahora, o sí y yo no me había enterado aún.

Otra referencia importante para escribir esta actualización es el artículo El Indie ya no es lo que era, donde se mete el dedo en la llaga y se nombra explícitamente a los grupos Vetusta Morla, Lori Meyers, Supersubmarina e Izal. Sebas Alonso, de Jenesaispop, los llama “Pop-Rock estandarizado” y Alberto Guijarro, uno de los directores del Primavera Sound, asegura que “no creemos que tengan la frescura e inmediatez que pedimos a los grupos que programamos”. Pero todos usan como referencia el Indie de mediados de los 90, y la mayoría insinúa la degradación del concepto (de ahí el título).

A mí aquella hornada de Indie patrio me pilló militando en la escena mod, aunque ya había grupos, cuyas componentes eran amigas como las Undershakers, que encajaban tanto en la escenita mod como en la indie. Muy poco después llegó el estallido del llamado «Tontipop», con grupos como Los Fresones Rebeldes, La Casa Azul o Ellos, cuya música, al lado de los que he nombrado en el párrafo anterior, se me antoja sublime.

A cuento del artículo y también de la pequeña batallita, el primero asegura que al fin y al cabo todo es una cuestión de años, y que los insensatos jóvenes que están metidos en el rollo no ven ninguna diferencia de sensibilidad entre Lori Meyers o, por ejemplo, Juventud Juché o Toundra.

Pues qué queréis que os diga, ojalá no sea así. Me niego a creer que, bajo la engañosa y deteriorada etiqueta de lo Indie, uno se trague lo que le echen. Haciendo un facilón símil alcohólico, ¿un chaval indie de 20 años no sabe distinguir entre un Tom Collins del 1862 Dry Bar y un calimocho preparado con Don Simón?

En Malasaña lo hemos notado, vaya que sí. En dos de los tres sitios donde pincho con regularidad me piden con frecuencia a este eje del mal indie (Supersubmarina, Izal, Lori Meyers y Vetusta Morla), e incluso una vez, una pareja bastante pesada se me metió en la cabina del Freeway con un vinilo de los terceros casi amenazándome con un encierro allí si no me dignaba a ponerlo.

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Otra ilustración de la gran Estefanía Fernández.

No creo que deba hacer una valoración pormenorizada de la música de estos cuatro grupos, sobre todo porque el escucharles solamente unos segundos me produce el mismo efecto que a Germán Carrascosa. Izal me recuerdan a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, pero como si les hubiesen hecho una lobotomía. Lori Meyers antes eran la versión pachanguera de Cooper, pero ahora su música se ha degradado todavía más igualándose con la de Supersubmarina, y ambos suenan como si a La Rabia del Milenio les hubiesen hecho una lobotomía. Por último, Vetusta Morla son un cruce entre Xoel López e Ismael Serrano, pero como si a ambos les hubiesen hecho una lobotomía. Los cuatro, en comparación, convierten en indie el sonido de La Oreja de Van Gogh y en rockeros (me sigo negando a escribir roqueros como recomienda la RAE) a Hombres G y Duncan Dhu.

Así que, para terminar y reduciendo el problema al entorno de los bares de Malasaña: ¿cómo vamos a esgrimir ahora nuestra superioridad moral –esa que tanto les gusta a Víctor Lenore y Nando Cruz– frente a los que vienen a pedirnos pachanga, Reggaetón o a Marea cuando tenemos grupos así en nuestra escenita?

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O como son más conocidos en buena parte de mi círculo de amistades, «Supersubmarica».

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¿TINDER, HAPPN O BARES?

MemeAlcoholLos bares musicales o bares de copas acumulan no pocos inconvenientes: el alcohol sale relativamente caro; obliga a convivir con personas con las que uno normalmente no querría hacerlo; a veces hay que esperar cola para acceder a los mismos; suelen cerrar a una hora en que a uno le apetecería seguir la fiesta; y en varios de ellos, se puede oír a volumen atronador no solamente a Los Planetas, sino también a Supersubmarina y hasta a Izal, lo que provoca que, en múltiples ocasiones, los baños se inunden de vómito.

Pero muchas veces uno estaba dispuesto a pasar por todo aquello por un solo motivo: el ligoteo. El consumo del mencionado etanol no solo baja las defensas y aumenta la tolerancia de ellas ante los disparates que uno acude a contarles con aliento de dragón, sino que también las dota, a nuestros ojos, de un atractivo digno de Mette Lindberg (The Asteroids Galaxy Tour) o de Nina Dobrev, por nombrar solo un par simpar.

mettalindbergSexyNinaPero en esta era en que la tecnología controla casi todos los aspectos de nuestra existencia, han llegado las apps para ligar. Las redes sociales para “conocer gente” como Meetic, que incluso yo mismo probé años ha, suponían, más que una alternativa a los baretos, un complemento para conocer a damas que no acudían a los mismos que uno. Ya entonces, y sigue siendo igual, Meetic era solo de pago para nosotros. Como en la canción infantil que parafrasearon Siniestro Total, las niñas bonitas no pagan dinero. Y muchas veces no eran bonitas ni por asomo…

Porque Internet es lo que tiene: sirve para ocultar identidades, fingirlas o disimularlas. Claro que estamos en un mundo en el que prima –o más bien “primark”- la cantidad sobre la calidad, y valen más veinte citas malas que una sola aceptable. Precisamente es lo que se afirma en el artículo Cómo Tinder acabó con el amor, donde uno de los maromos que aporta su testimonio asegura que casi le hace falta un Excel para cuadrar todas sus citas a ciegas…

Tinder2Pero esto no es lo más grave, sino el que algunos compañeros de curro de garitos y habituales de estos, al quedarse repentinamente solteros después de relaciones bastante largas y comprometidas, recurrieran a Tinder y Happn para buscar sustitutas/os rápidos. Al verlos, yo me pregunté, cual trasunto masculino y cutre de Carrie Bradshaw: ¿es que los bares dan tan poco juego para emparejarse que hasta los que trabajan en ellos recurren a las putas apps?

Antes de contestar y de que se me olvide, sí quisiera señalar que Happn hizo una publicidad específica para Malasaña en Facebook. Ahora me es imposible encontrarla, pero en la foto salían un mozalbete y una fémina hipster y decía algo así como: ¿te gustaría conocer a la chica que te has cruzado por Malasaña? Unos aguilillas, vamos.

732x374_happnSin embargo, luego se vio que, al igual que la mencionada Meetic, Happn era gratuita para ellas y para ellos no. Algo tan retrógrado que, si no se me fuera a echar encima todo el feminazismo por bromear con esos asuntos, diría que es «violencia de género».

Y para ir acabando, y en cuanto a la disyuntiva Tinder o bares, yo lo tendría muy claro. Si la mayor dificultad con que se encuentra un/a usuario/a de Tinder es la mentira (para meter la nota pedante, lo que Jean Renoir llamaba “la regla del juego” en la obra maestra homónima), no hay embustero más divertido que el licor, como ya he expuesto más arriba, aunque en algunos garitos del barrio, y no diré cuáles, lo sigan poniendo de garrafón. En Tinder se puede ligar en pijama y zapatillas, sí, pero todos estamos horrendos de esa guisa y se nos puede imaginar fácilmente así al otro lado del móvil. Dicho de otra manera: le quita toda la gracia y el encanto al flirteo. La prospección con la app es mayor, qué duda cabe, pero con ello aumentan, lógicamente, las posibilidades de encontrar a alguien menos afín. Así que, yo lo tendría claro: siempre los bares. Si fracasas, siguen estando las botellas y los camareros muy a mano, y el alcohol también sirve para amortiguarle los golpes al ego en caso de fracasar.

Por último, un argumento incontestable para ellos: en los garitos que empiezan por uve doble, el Wurlitzer y el Wharf, las chicas han empezado a abordarnos a nosotros. ¡¡¡Incluso a mí me ha ocurrido!!! Lo dicho: siempre los bares.

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