MAD COOL

IMG_20160616_214547

Lo mejor del Mad Cool –ese festival que en su primera edición se ha zampado con patatas al Primavera Sound y al FIB, y del que creo que todos los madrileños deberíamos sentirnos orgullosos, a pesar de otra de las miserables opiniones del bocanegra Víctor Lenore– es que tenía muchos festivales dentro, y cada uno podía elegir el suyo propio. Esto lo digo sobre todo porque la siguiente crónica trata sobre MI MAD COOL, el que elegí según mis gustos y las dolorosas decisiones que a veces tuve que tomar cuando dos actuaciones que quería ver coincidían. Por este último motivo, me perdí a The Strypes, Monarchy y Prodigy; y por el primero, no hablaré de Jane’s Addiction, ni de Neil Young, del cual tengo la misma opinión que Barney Stinson (Cómo conocí a vuestra madre), ni por supuesto de Vetusta Morla o Lori Meyers, porque todo el que me sigue sabe que prefiero sumergir mi bolsa escrotal en un bidé lleno de pirañas mientras veo el “debate a cuatro” que volver a escucharlos.

Aclarado esto, intentaré ser todo lo sintético posible y añadir al final un anecdotario, que creo que será lo más jugoso de todo.

JUEVES. Después de una vuelta en la noria, acudimos a ver a Tom Odell (buen sonido, su música no es lo mío) y The Kills, que se metieron en el bolsillo a todo el Caja Mágica, incluidos Alaska y Mario Vaquerizo. Son estrellas del Rock y llevan pose y vestuario de ello (la cantante, Alison «VV» Mosshart, vestía una camisa de Equipment de casi 300 euros), y su música, que bebe de la Velvet o de Jesus and Mary Chain, sonó absolutamente envolvente.

Pero no pudimos presenciar entera la actuación del dúo por coger sitio en The Who, probablemente el grupo del que se vieron más camisetas durante el festival. Citando el tema con el que abrieron el concierto, no puedo explicar lo que su música significa para un ex-mod que lleva escuchándola desde la adolescencia (pero había muchos otros como yo, citando esta vez a 091, e incluyendo a los componentes de Sex Museum o Los Potros que vi por allí). Emocionante hasta la lágrima… salvo el tramo de Tommy (los tíos se atrevieron hasta con la obertura y la enervante Underture de 10 minutos).

IMG_20160616_231457

Con todo, creo que la gran Shirley Manson, por clase, puesta en escena y voz, ganó por la mano a los de Shepherd’s Bush. Y eso que le acortaron el concierto, lo cual fue un chasco para los que esperábamos oír más grandes éxitos de Garbage. Con todo, las primeras filas nos dejaron exhaustos para Hercules and Love Affair (que mi amigo Miguel Ángel Cendejas, del programa de radio Malos tiempos para la rebledía, me aseguró que fueron lo mejor de la jornada) y Digitalism. Nos volvimos al centro sin visita a los bares.

VIERNES. Tras el blandito prólogo de las viejas glorias del Britpop Stereophonics, presenciamos el que para mí ha sido, y con diferencia, el mejor concierto de todo el festival: MICHAEL KIWANUKA. El londinense, cuya música calmada pero visceral posee ecos de Bobby Womack, Arthur Lee (Love) o incluso Otis Redding, nos dejó con la boca abierta a los pocos que concurrimos al escenario Green. A la salida, conseguí hacerme una foto con él y parte de su banda (no la cuelgo, porque salgo con cara de gilipollas).

IMG_20160617_205939

León Benavente –se metieron al público en el bolsillo, pero su música, como la de Odell, no es lo mío- dejó paso a Caribou, que vino en formato banda, fue de menos a más y nos dejó muy buen sabor de boca. Y después, el otro plato fuerte del día: 091, cuyas letras, desde luego las mejores que se escribieron en España durante los 80, berreamos unos pocos en las primeras filas mientras Prodigy daban lo suyo a la mayoría. Los granadinos: Rock, saber estar y mucha clase. Abandonamos el recinto en medio del Poison y nos volvimos al centro sin visita a los bares.

IMG_20160618_032700

– SÁBADO. Gary Clark Jr., inexplicablemente en el escenario principal y cuya música bebe de leyendas como Marvin Gaye o Jimi Hendrix, se nos hizo, empero, pesado y hasta soporífero. Más tarde, mientras muchos lloraban a moco tendido con Neil Young, nosotros hacíamos hambre en las barras para Flume, que ha sacado uno de los discos del año de un género tan poco afín a la sensibilidad patria como el Dubstep. Una sesión contundente y magnífica en conjunto. Y ya no nos interesaba nada gran cosa hasta Two Door Cinema Club, que defendieron sus dos álbumes y el adelanto del tercero con una rotundidad que personalmente no me esperaba de ellos, y Capital Cities, que celebraron un fin de fiesta inmejorable tanto por su repertorio como por versiones descacharrantes de temas como Staying alive (Bee Gees), Holiday (Madonna) e incluso Nothing compares 2 U (Sinnead O’Connnor). Nos volvimos al centro… en esta ocasión con una divertida visita al Wharf 73. Al día siguiente, ya echábamos de menos todo lo escuchado y vivido.

Y por último, el anecdotario: 

IMG_20160618_201035

– Los buenrrollistas canadienses Walk Off The Earth sacaron una enorme bandera española en el escenario, sumándose así a la excelsa lista de artistas que la han exhibido también: Paul McCartney, Morrisey, Fatboy Slim, etc. ¿Y es que cómo van a saber los angelitos que estamos en el único país del mundo donde sacar la bandera nacional es facha? (Y ojo, ni soy patriota ni me gusta ninguna bandera).

– Mientras Roger Daltrey entonaba la letra “I don’t need to fight to prove than I’m right”, dos individuos, uno de ellos británico (cómo no), estuvieron a punto de darse de hostias.

– Fue un festival esencialmente de viejóvenes y posers. Pocas drogas, por lo que yo vi.

– A pesar de lo amable que creo que era la inmensa mayoría del personal del evento, en una de las barras presenciamos cómo un individuo gritaba a una de las camareras. Como currante de bares, me dolió.

– El último día todo el mundo iba más salido que el pico de una mesa, algo que me tenía que haber esperado cuando al recoger la pulsera en el Barclaycard Center escuché al fantoche de delante asegurarle a su amigo: “Al final no me corto el pelo, que si no allí no me como un colín”. Durante el concierto de Capital Cities, presencié cómo un “Alfredo Landa” se presentaba a una guiri con un prolongado morreo, una forma tan buena como cualquier otra de propiciar el intercambio internacional de gérmenes.

– En el concierto de 091, un individuo de Ubrique (Cádiz) nos espetó: “Qué bien que a ustedes los jóvenes les guste tanto 091”. A mi ego y mi complejo de Peter Pan les sentó estupendamente.

– Y por último, lo que es más una queja: ¿cuándo va a estar prohibido, durante un concierto y en primeras filas, dar la espalda al escenario? Es una falta de respeto hacia los músicos y el público, pero sobre todo es una gilipollez.

IMG_20160617_003111

SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.

LAS ILUSTRACIONES DE CABECERA Y PERFIL CORREN A CARGO DE ESTEFANÍA FERNÁNDEZ (AQUÍ, SU ENLACE A INSTAGRAM).

LOS GUIRIS: ESBOZO DE UNA GUÍA PARA LIGAR

Qué bien, qué bien, qué bien que llegan los guiris.

Qué bien, qué bien, qué bien cargados de dinero.

Y con su dinero se pondrán hasta arriba de alcohol.

Y con nuestro morro se lo daremos de garrafón.

Ratones

Esto lo cantaba en los 80 el olvidado dúo musical Los Ratones. Olvidados quizá porque la cagaron hasta el fondo dedicándole una canción de amor a Miriam Díaz Aroca, pero musicalmente no eran ni mejores ni peores que otros de la época, y tenían bastante gracia.

A lo que iba: al menos desde los 80, esto lleva siendo así… salvo en Malasaña, que es desde hace mucho menos. La culpa, de las puñeteras guías universitarias, que sitúan a La Vía Láctea y el Tupperware al lado (y a la altura) del Museo Romántico. En otros tiempos, cada pandilla malasañera tenía su ocasional amigo o su amiga guiri, que, por cierto, catalizaba hacia sí las atracciones sexuales de todos los miembros del grupo de sexo contrario, y a veces hasta de los del mismo. Hoy en día, a Malasaña los guiris acuden en hordas, como antaño lo hacían a Kapital, el Palacio de Gaviria o el Torero. Deseo que no se nos acuse de xenófobos si digo que entre los empleados de los garitos (porteros, camareros y Dj) no gozan de muy buena fama…

Moon3Contando mi experiencia, últimamente son los que se ponen más pesados con las peticiones musicales. Hace dos o tres fines de semana, uno me llegó a la cabina del Freeway enseñándome en su móvil (porque así hacen las peticiones musicales los guiris, móvil en ristre para asegurarse de que los incultos españolitos les entendamos) una playlist de Antrax. Le expliqué que no es la clase de música que ponemos. Al rato, vuelve y me acusa de atender peticiones solo de las féminas. Algunos días más tarde, una me pidió algo llamado «Culo», que más tarde tuvieron que explicarme lo que es y que no pienso enlazar. En cualquier caso, quedó patente que los Dj no ponemos peticiones solo a las chicas. No me extiendo más sobre este tema de las peticiones, porque tal vez le dedique una actualización entera.

Así que vamos a lo que importa: ¿cómo ligar con/tirarse a guiris? A vosotras, la verdad, no os puedo ayudar mucho, o no necesitáis mi ayuda. Los guiris-macho son unas inmensas y vociferantes nubes de etanol con tanta seguridad en sí mismas como deseos de copular. En caso de que, por algún peregrino  y acuciante motivo, deseéis revolcaros con ellos, solo hace falta que se lo propongáis, y ni siquiera es necesario que sea en su idioma. Sobre todo, no olvidéis que, por muy apuesto que este sea, el favor se lo estáis haciendo vosotras.

GuirisEn cuanto a ellas, la cosa se complica (sí, los hombres somos más simples y bla bla bla), puesto que existen varios grupos. En honor al título de este blog, vamos a despacharnos primero con las comebolsas. Han venido aquí a pasárselo bien, sin ningún tipo de atadura, pero ya se han tirado a decenas de españoles, puesto que era lo más fácil, y han decidido que prefieren obtener estupefacientes gratis con la vaga promesa de sexo. Vamos, igual que las comebolsas autóctonas.

Mi consejo en este caso es muy claro: una vez sean detectadas las verdaderas intenciones de estas «damas», hay que abortar la misión al instante. Anula esa copa que has pedido para ella; guarda el turulo y la papelina y échalas de tu casa, etc. En esto no se puede ganar. Todo excepto sentirte un gilipollas cuando el camello ya esté subiendo y ella se ponga a expresar lo que quiere a su novio -que lo más probable es que no exista.

Guiris2A tenor de esto último, están las que sí tienen pareja allá en su terruño, pero que han decidido cuernearla de todas las maneras imaginables, porque de lo que se trata es de pasárselo bien (igual que las comebolsas). Normalmente son Erasmus, y si las pillas al principio de su curso y/o por cualquier motivo supones algo especial para ellas o sabes engatusarlas, te durarán una media de tres fines de semana. Como decía el maestro Gracián, lo bueno, si breve…

Y por último, las hay que tienen pareja en su terruño pero que han decidido sustituirla. O que no la tienen, y han decidido vivir el romance de su vida bajo este sol nuestro al que con tanto salero le cantaba el argentino Luis Aguilé. Aquí ya depende de las intenciones y habilidades de cada uno primero conseguirla, y luego conservarla por unas horas, unos días, unos meses o que el romance sobreviva a la vuelta de ella a su país de origen (improbable, pero posible).

Podría explayarme con más subtipologías, pero todas suponen una variación de alguna de estas. Así que, con perdón de los antitaurinos, valor y al toro. Recordad que en esto contáis con la tradición de Landa y las suecas de Torremolinos a vuestro favor. Ya miraré yo este fin de semana desde las cabinas del Freeway y el Wharf 73 cómo os vais desenvolviendo y si todavía necesitáis un poco más de ayuda…

SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.

LAS ILUSTRACIONES DE CABECERA Y PERFIL CORREN A CARGO DE ESTEFANÍA FERNÁNDEZ (AQUÍ, SU ENLACE A INSTAGRAM).

EN MALASAÑA YA NO HAY DJ JÓVENES Y HAMBRIENTOS


Flechazo
Otro fenómeno que no se podía escapar al (superficial) análisis de este blog es la falta de relevo generacional en lo que se refiere a los Dj de Malasaña. Sin pretender ser exhaustivo con la enumeración, quienes siguen manejando el cotarro en los garitos de la zona son Blanca DB, Adrián Le Freak, Miguel Ygarza con sus múltiples clubesXterminator (Maroto), Dj Skywalker (Miguel Ángel Cendejas), Miguel “El Mono” o mi inseparable compañero de cabina en el Freeway Dj #2 (Gonzalo Pintos). Eso sin citar a los encargados o dueños de locales que también se ponen a los platos como David Krahe (La Vía Láctea), Patricia López y Víctor Patiño (Freeway), Óscar Maya (Lucy in The Sky) o Jorge y Noe Can (Wharf 73), con muy buenos resultados, por cierto.

En general, son gente que lleva un montón de años en ello, y en términos estrictos, ya no son jóvenes… igual que el que escribe estas líneas. Como hoy no tengo el día pedante, voy a citar una frase de la película Showgirls que aparece en la carpeta interior del disco Arquitectura efímera, de Fangoria: “Siempre hay alguien más joven y hambriento bajando la escalera detrás de ti”. Así que lo normal habría sido que una generación de yogurines viniera a hacernos a un lado a los de la vieja escuela y a imponer aires renovadores en la vida nocturna de Tribunal.

Fangoria-Arquitectura-Efimera-Del-2004-In01Pero no ha sido así. Ser Dj de Indie o de Rock ya no mola. Hace unos años, cuando la eclosión poppie capitaneada por grupos como Ellos, La Casa Azul o los inolvidables TCR y por salas como el Ocho y Medio, no paraba de salir gente que quería plasmar su visión personal de todo aquello poniendo música en locales de copas. Claro que también apareció mucho arribista seducido por el famoseo banal de la escenita de entonces. Esos duraron muy poco; los primeros, unos años más, aunque acabaron derivando hacia profesiones y vidas más convencionales. Hoy se dedican a tener hijos y no compran, o ni tan siquiera descargan, un puto disco.

537702_3981902063005_475463085_nPues prácticamente lo mismo que los chicos jóvenes que salen por el barrio y que, por cierto, acuden más a locales como el Ocean o el Taboo. La mayoría no sabe de qué va la historia, y de vez en cuando se nos acercan a pedirnos Reggaetón, pachanguita o a los tales Marea. Y prefieren eso: utilizar al pincha de turno como jukebox que convertirse ellos en esa sufrida figura.

Son la generación de la telemierda tronista y el fútbol como los únicos elementos de cohesión social. También, los que consideran el centro de Madrid esencialmente un botellonódromo. No podrían entender el fenómeno de las tribus urbanas de la última mitad del siglo pasado. Nos ven como a dinosaurios por continuar utilizando soportes físicos como el vinilo y el CD. No le conceden ningún valor a la música, porque jamás han pagado por ella. No saben quiénes son The Strypes o The Pains Of Being Pure At Heart, pero tampoco los Pixies o los Kinks, e identifican la Electrónica únicamente con el House. No tienen, por tanto, cultura musical ni se han preocupado de formarse el gusto. Y, como reza el Manual del Dj, lo primero para que te nazca la vocación es una pasión melómana incondicional, hasta el punto de que si te dan a elegir entre pasar la tarde encamado con un/una modelo de ropa interior o visitar tu tienda de discos favorita, sin vacilar prefieras lo segundo.

Como entenderéis, queridos lectores, resultaría muy fácil aquí repartir las culpas. También, dejar de verle el futuro a los bares musicales del barrio incluso a medio plazo, y que estos sean sustituidos no por sitios de cupcakes y limonada como todavía dicen algunos, sino por tabernas low cost con pantalla gigante y vigilante que nunca se apaga. Así que disfrutemos de lo que nos queda. Al menos, no sé si como excepción a todo lo dicho o como puente entre la vieja guardia y la nueva a la que he caracterizado en el párrafo anterior, algunos músicos sí le ven el atractivo a ponerse a los platos como complemento del escenario. Por ejemplo, Héctor, David y Gonzalo (estos dos últimos, Stalker Djs) de Trono de Sangre (foto inferior) o los miembros de Trajano. Media vida acumulando prejuicios contra los músicos que se meten a pinchadiscos, y al final son los únicos que han renovado algo el cotarro: ¡cosas veredes!

TRONO DE SANGRE
TRONO DE SANGRE

SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.

LAS ILUSTRACIONES DE CABECERA Y PERFIL CORREN A CARGO DE ESTEFANÍA FERNÁNDEZ (AQUÍ, SU ENLACE A INSTAGRAM).

LA NOSTALGIA ES UNA PANDEMIA

11540838_10205938591975647_8568451557483337661_nCuando escribo estas líneas, parecen haber terminado definitivamente los elogios fúnebres del Groovie, mítico bar musical situado en la calle Tesoro, conocido sobre todo por ser refugio de mods, sixties y especies afines, y que cerró las puertas de su primera etapa el pasado 27 de junio.

Al principio, me uní sin reparo a dichos elogios, pero más tarde me acabaron cansando, al cruzar la fina línea que separa la nostalgia del abierto desprecio por los que aún seguimos dando el callo en Malasaña semanalmente o incluso más. No así este texto sacado del Facebook de mi antiguo pero todavía buen amigo Miguel Ygarza:

Hubo un tiempo en que en Malasaña cada uno tenía su propia vida. Ahora solo hay manadas de barbudos con camisas de cuadros, cafés con magdalenas de colores, cantinas mexicanas, sushi, pijerío moderno, bicicletas, tontería a raudales, y todo el mundo cortado por el mismo patrón, sin interés alguno…

Quién nos iba a decir que echaríamos de menos el kiosco de La Antonia de la plaza del Dos de Mayo, los bocatas de tortilla de patata con vida propia de El Puerto, los baños del No Fun, los cubatas de garrafón del Ginkases… El sábado 27 de junio prácticamente echaremos el cierre a Malasaña con el cierre del Groovie Bar. Se acerca el invierno, chavales, ¡y parece que será largo!

mmrPero en el Tribunal «de entonces» al que se refiere Miguel había también cosas que no me producen un recuerdo tan grato, como los niños pijos disfrazados de grunges que, en La Vía Láctea, se reían de nuestros trajes y foulards –yo también milité varios años en la escena mod-, o los sharps y redskins que nos amenazaban jarra de cerveza en mano desde el mentado El Puerto. Era el barrio en los años 90, que quedó reflejado en la inane novela Historias del Kronen, pero que le habría dado juego a Baroja o a Valle-Inclán. En aquellos tiempos, ya se hablaba de que Malasaña fue mejor antes y de unos invasores que la habían infestado y desprovisto de su esencia, igual que ahora los hipsters: nada más y nada menos que los perroflautas, que entonces eran conocidos como «pies negros». Cuando pienso en que tantas personas puedan echar de menos aquellos malditos años, me doy cuenta de que la nostalgia, más que una emoción negativa o un espejo deformante como los del callejón del Gato en el que el mencionado Valle inventó el esperpento, es una pandemia.

Más o menos en las mismas ideas que Miguel profundiza este artículo de El Confidencial en el que interviene, entre otros, la dueña del Tupperware Blanca Del Amo, y que radicaliza más si cabe la polarización: o eres de las Orbeas y los cupcakes o eres de la llamada “resistencia del Rock and Roll”. Por supuesto, eso deja fuera a muchos bares y Djs que llevamos funcionando en Malasaña más años de los que podemos recordar o nos gustaría reconocer, y que jamás hemos pinchado Rock, o al menos no en exclusiva. En mis sesiones, por ejemplo, caben el Funk, los toques de Dubstep o de House o el Electropop, y hasta ahora nadie se ha quejado, si bien es cierto que los nostálgicos tampoco las han solido frecuentar. Fue precisamente en el Tupperware donde a mi amigo Miguel Ángel Cendejas (Dj Skywalker) se le reprendió por haber pinchado a Kevin Yost, que reconozco que me encantaba. Y el antiguo encargado del Astoria nos solía recordar a Cendejas y a mí que “no pincháramos bases”. La vieja pugna de tradición contra modernidad, y la primera dista mucho de estar ganando…

Y no quiero extenderme mucho más, pero sí exponer estas breves afirmaciones, creo que la mayoría difícilmente discutibles:

– La modernidad cateta de las barbas pobladas, las Orbeas y los cupcakes tiene fecha de caducidad muy cercana, por mucho que algunos le atribuyan una importancia de la que carece.

– Los negocios diurnos de magdalenas y jarras de colores no son competencia directa de los nocturnos. Ni siquiera en Malasaña unos bares de copas compiten con otros, gracias a su variedad musical y de público.

– Esta variedad se contradice con la supuesta “resistencia del Rock” que se supone estamos realizando todos al unísono.

– Las multas a los bares tampoco las ponen barbudos subidos en Orbeas, sino policías subidos en coches-patrulla. Yo tengo la suerte de trabajar en dos locales que no acumulan ni una.

– Esto es más bien un rumor que una conclusión, y con él no espero cabrear a nadie, pero se especula acerca de que la caída del Groovie la provocaron precisamente con una multa por drogas algunos de los que han escrito los elogios fúnebres más sentidos.

Por último y más importante, nadie les ha dado una oportunidad a los nuevos dueños del Groovie, que resulta que son mis amigos David (Lunch Box) y Terry (Wurlitzer, Wharf 73). Creo que lo llevarán admirablemente y que el bar resultará como poco igual de mítico. De eso se trata: de tirar para adelante y mirar al futuro y no quedarse enredado en la puta nostalgia.

IMG_20150706_043218SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.

MALASAÑA ES NUESTRA ZONA DE CONFORT

A no ser que uno viva aislado de esta realidad determinada por los Me gusta y los putos 140 caracteres, habrá oído hablar de la zona de confort y la conveniencia de abandonarla lo antes posible en aras de la autorrealización y la consecución de metas, logros que, por cierto, arruinarían a los hosteleros nocturnos y a los camellos.

Sin embargo, tras ocho años de crisis acodados en las barras de los bares buscando salida a nuestra situación personal a fuerza de chupito, uno ya está dispuesto a dejar de creer en soluciones mágicas, sobre todo si comienzan, como figura en este otro blog, por cepillarse los dientes usando la otra mano (menos mal que solo dijo «cepillarse los dientes») o volviendo a casa por un camino distinto. Pero quien no esté familiarizado del todo con esta “filosofía” del abandono de la zona de confort, que vea –si lo aguanta- el siguiente vídeo:

Todo este nuevo bla bla bla del “puedes conseguir lo que quieras” se contradice con la irrefutable fábula de la rana y el escorpión, el determinismo de Zola en el que personalmente creo a pies juntillas o, mucho más fácil, con el dicho popular que señala que el hombre es un animal de costumbres.

Pero vayamos a un caso práctico. Vamos a aplicar todo esto al tema de las zonas de bares. Malasaña es nuestra zona de confort. Bueno, Malasaña y su prolongación natural en Tres Cruces, el Wurlitzer. Nos gusta mirar con displicencia a los Erasmus en La Vía Láctea, rechazar las chinolatas, tirar al suelo las tarjetas de descuento del Ocean, inaugurar la planta baja del Freeway y ver cómo progresivamente se va llenando, darnos la putivuelta en el Wharf 73, fumar sentados en la puerta del Madklyn, saludar a viejísimos conocidos en el Groovie (me temo que solo hasta finales de esta semana), dejar a deber 50 euros al camello de turno mientras uno se siente el rey de la noche y mil cosas más que me dejaré para no aburrir. Y se supone que esta perniciosa zona de confort nos está privando de abrirnos a la verdadera vida allende la calle Carranza o San Mateo.

IMG_20150628_030935

Pues ni de coña. Hablando de mi caso particular, con un antiguo amigo de fuera de estos ambientes, Mel, me aburrí en Torre Europa, me sentí un completo gilipollas en el palacio de Gaviria y en Joy Eslava (menos una vez que me ligué allí a una bollullera) y en Pachá varios de pijos me pidieron pastillas. Y no hablemos de la vez que se me ocurrió ir a ver a mis adorados Un Pingüino En Mi Ascensor a la sala Lemon, en plena avenida de Brasil. Tiene gracia que, habiendo estado en muchos conciertos de Punk donde prácticamente unos espectadores se abalanzaban encima de otros en aras del pogo, la única vez que he estado a punto de salir fuera a darme de hostias con alguien fue allí, y en concreto con un oligofrénico que se pasó el concierto entero bailando de espaldas a los músicos y empujándonos a mi acompañante y a mí. Y no digo que en Malasaña todos poseamos unos modales versallescos (no hay más que adentrarse en el Wurli a las 4:30 de la mañana), pero un niño bien saliendo de marcha y con dos copas encima automáticamente se convierte en un kale borroka, y no hay excepciones a esta regla.

(Para otras actualizaciones me dejo La Latina, Lavapiés y Huertas).

Wharf-73

Así que abandonar la zona de confort no supone el comienzo de una vida nueva y mejorada, sino más bien el del malestar y el desastre, como dicta el sentido común más elemental. Y todo lo demás es filfa new age de algún iletrado optimista que no ha leído más libros que El secreto… o directamente ha visto la peli. Así que, queridos malasañeros, nunca abandonéis vuestra zona de confort. A no ser, eso sí, que os atreváis a confesar que os gustan más Los Rebujitos que el archisabido (pero confortable)  Teenage kicks:

SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.