Los bares musicales o bares de copas acumulan no pocos inconvenientes: el alcohol sale relativamente caro; obliga a convivir con personas con las que uno normalmente no querría hacerlo; a veces hay que esperar cola para acceder a los mismos; suelen cerrar a una hora en que a uno le apetecería seguir la fiesta; y en varios de ellos, se puede oír a volumen atronador no solamente a Los Planetas, sino también a Supersubmarina y hasta a Izal, lo que provoca que, en múltiples ocasiones, los baños se inunden de vómito.
Pero muchas veces uno estaba dispuesto a pasar por todo aquello por un solo motivo: el ligoteo. El consumo del mencionado etanol no solo baja las defensas y aumenta la tolerancia de ellas ante los disparates que uno acude a contarles con aliento de dragón, sino que también las dota, a nuestros ojos, de un atractivo digno de Mette Lindberg (The Asteroids Galaxy Tour) o de Nina Dobrev, por nombrar solo un par simpar.
Pero en esta era en que la tecnología controla casi todos los aspectos de nuestra existencia, han llegado las apps para ligar. Las redes sociales para “conocer gente” como Meetic, que incluso yo mismo probé años ha, suponían, más que una alternativa a los baretos, un complemento para conocer a damas que no acudían a los mismos que uno. Ya entonces, y sigue siendo igual, Meetic era solo de pago para nosotros. Como en la canción infantil que parafrasearon Siniestro Total, las niñas bonitas no pagan dinero. Y muchas veces no eran bonitas ni por asomo…
Porque Internet es lo que tiene: sirve para ocultar identidades, fingirlas o disimularlas. Claro que estamos en un mundo en el que prima –o más bien “primark”- la cantidad sobre la calidad, y valen más veinte citas malas que una sola aceptable. Precisamente es lo que se afirma en el artículo Cómo Tinder acabó con el amor, donde uno de los maromos que aporta su testimonio asegura que casi le hace falta un Excel para cuadrar todas sus citas a ciegas…
Pero esto no es lo más grave, sino el que algunos compañeros de curro de garitos y habituales de estos, al quedarse repentinamente solteros después de relaciones bastante largas y comprometidas, recurrieran a Tinder y Happn para buscar sustitutas/os rápidos. Al verlos, yo me pregunté, cual trasunto masculino y cutre de Carrie Bradshaw: ¿es que los bares dan tan poco juego para emparejarse que hasta los que trabajan en ellos recurren a las putas apps?
Antes de contestar y de que se me olvide, sí quisiera señalar que Happn hizo una publicidad específica para Malasaña en Facebook. Ahora me es imposible encontrarla, pero en la foto salían un mozalbete y una fémina hipster y decía algo así como: ¿te gustaría conocer a la chica que te has cruzado por Malasaña? Unos aguilillas, vamos.
Sin embargo, luego se vio que, al igual que la mencionada Meetic, Happn era gratuita para ellas y para ellos no. Algo tan retrógrado que, si no se me fuera a echar encima todo el feminazismo por bromear con esos asuntos, diría que es «violencia de género».
Y para ir acabando, y en cuanto a la disyuntiva Tinder o bares, yo lo tendría muy claro. Si la mayor dificultad con que se encuentra un/a usuario/a de Tinder es la mentira (para meter la nota pedante, lo que Jean Renoir llamaba “la regla del juego” en la obra maestra homónima), no hay embustero más divertido que el licor, como ya he expuesto más arriba, aunque en algunos garitos del barrio, y no diré cuáles, lo sigan poniendo de garrafón. En Tinder se puede ligar en pijama y zapatillas, sí, pero todos estamos horrendos de esa guisa y se nos puede imaginar fácilmente así al otro lado del móvil. Dicho de otra manera: le quita toda la gracia y el encanto al flirteo. La prospección con la app es mayor, qué duda cabe, pero con ello aumentan, lógicamente, las posibilidades de encontrar a alguien menos afín. Así que, yo lo tendría claro: siempre los bares. Si fracasas, siguen estando las botellas y los camareros muy a mano, y el alcohol también sirve para amortiguarle los golpes al ego en caso de fracasar.
Por último, un argumento incontestable para ellos: en los garitos que empiezan por uve doble, el Wurlitzer y el Wharf, las chicas han empezado a abordarnos a nosotros. ¡¡¡Incluso a mí me ha ocurrido!!! Lo dicho: siempre los bares.
SI TIENES CUALQUIER ACTIVIDAD ARTÍSTICA O EMPRESARIAL VINCULADA CON MALASAÑA Y QUIERES DARTE A CONOCER EN ESTE BLOG, POR FAVOR, ESCRIBE UN COMENTARIO PARA PONERTE EN CONTACTO CON SU AUTOR.
LAS ILUSTRACIONES DE CABECERA Y PERFIL CORREN A CARGO DE ESTEFANÍA FERNÁNDEZ (AQUÍ, SU ENLACE A INSTAGRAM).